Encuentros de juego barriales
Les compartimos un hermoso fragmento de un relato acerca de el arribo de la Juegoteca Barrial a la presencialidad en 2021, que forma parte de los maravillosos textos de nuestra revista Juegoteca Comunitaria #2 que podés leer ahora mismo a través de este link.
https://drive.google.com/file/d/13DqIGsgoUtg_P9GzoUXb-NL0wl6tdebs/view
Bioy Casares decía que jugar siempre es un viaje, un viaje no planificado. Es como la vida, se sale de un lugar y se va en dirección a algo incierto, esa es la aventura.
Es jueves 16 de septiembre, son las cinco de la tarde, hoy es el primer día del retorno a la presencialidad. Con ansiedad esperamos a que las familias vengan a nuestra sede. Por el pasillo se escuchan gritos y risas de niñes, corren hacia Laura, Maty, Gise y Marianela, con quienes se han visto estos meses solo a través de las pantallas. De pronto, se encuentran y el impulso es abrazarse y besarse, pero el entrenamiento de la vida en pandemia les frena y el contacto se concentra en los puñitos, en las miradas y en estos nuevos rituales que fuimos incorporando y que nos ayudan a cuidarnos. La alegría atraviesa los barbijos y nos llena de ganas por entrar ya mismo a la Juegoteca.
Detrás, las mamás y papás que pisan el salón de juegos como quienes llegaron a la tierra prometida. Les niñes se abalanzan con voracidad sobre los juguetes; apetito de jugar, gritar y desatar el deseo de saltar.
Exploran uno y otro sin parar, avidez por tocar todo, por reconocer lo que hace largo rato no tenían entre sus manos; por descubrir lo nuevo y confirmar que ya están ahí, que por fin nos juntamos en el mismo lugar después de casi dos años de pausa. Llegó el momento de vernos las caras, Santi de 9 años dice “no me imaginaba que Maty era tan alto”. Al rato, aparece una familia nueva, vienen en bicicleta con un niño a cuestas. Gracias a un volante encontrado en la estación del tren se enteraron de la juegoteca. Apoyan la bici en la pared y dicen “que hermoso lugar, cuantos colores, está cubierto de cosas bonitas, no sabíamos que esto existía. En casa no tenemos lugar para movernos y esto es como era antes que salíamos a la calle para estar en la vereda con los vecinos, o en el patio de mi casa de pibe, donde nos juntábamos con los chicos de la cuadra”. El pequeño se apropia de una cocinita convirtiéndose rápidamente en chef.
Les coordinadores de juego convocan a una actividad compartida que invita al intercambio entre adultes y niñes, a que puedan adueñarse del placer abriendo un tiempo de sentirse libres para crear y romper con las reglas de la realidad. Ramón que tiene menos de un año y medio entra a la juegoteca, su padre nos dice “él está como en su casa” “es un alma libre, va por el salón, sale al pasillo y nosotros
vamos detrás”. La madre de Akira, dice que “…en pandemia no fue al jardín y al llegar a la juegoteca halló la oportunidad para estar con otres niñes, una salvada, una compensación frente a tanta ausencia de contactos”. A partir de la reapertura de los encuentros de juego presenciales se corrió la voz, el boca a boca. A la semana, el lugar creció en cantidad de jugadoras y jugadores sin distinción de edad o género. Grandes y niñes conviven en un espacio protegido que hace lugar al juego como motivo de encuentro.
Las mamás dicen: “Ver a otra mamá jugando me alivia y me da permiso para que también yo juegue”, “Salgo de casa sabiendo que la voy a pasar bien, que mi hija va a estar bien. Acá es distinto que en la plaza donde no me animo, me da vergüenza”. “…en lekotek puedo jugar con mi hijo y ser yo misma y por momentos me meto tanto en la diversión que me olvido de las obligaciones. Ya conozco a las otras y eso me da seguridad. Hago lo que quiero, nadie me obliga a nada”. “El otro día me sorprendí de mí misma, porque no quise compartir mis juguetes y me enojé cuando quisieron tirarme lo que había construido con las maderitas. Me lo tomé muy en serio. Juego de verdad”.
Dos madres están entregadas en la dinámica del yenga, concentradas en que la torre no se caiga, una de ellas dice “lo importante es que mamá se esté divirtiendo”. Se logra armar un ambiente de autorización para jugar con y sin les chiques. A la hora de jugar El encuentro en el juego sostiene a todes, adultes y niñes. Ambiente que posibilita convertirse en jugadora o jugador, para lo cual saben que es necesario dejarse perder en lo que allí se fabrica, con sus aportes, con lo que traen, hacen, dicen, dan y reciben. Producción de lo singular en lo colectivo y de lo barrial colectivo en lo singular. […]
Este proyecto es financiado gracias a los fondos de la iglesia Valdense Otto Per Mille.